“Joven discreto, solo quiere dar placer”. Este es el anuncio por
palabras que puse hace dos meses en una revista de publicidad, desde entonces,
una sola vez han solicitado mis servicios.
Fue una mujer casada de unos 40
años aproximadamente (no quise ser indiscreto preguntando la edad). Nos vimos
en su casa. Su marido, me dijo, estaba de viaje de negocios. Cuando llegué yo
estaba un poco nervioso, pero poco a poco me fui soltando.
No me pidió nada especial, te
dejo hacer a ti, me dijo, y como no tengo mucha experiencia, puse mi
imaginación a trabajar.
Empezamos hablando en el salón,
de cosas poco importantes. ¿Por qué me dedicaba a esto?, ¿por qué había llamado
ella?.....Pasada media hora, me decidí a actuar.
Primero saqué de mi bolsillo un
pañuelo de seda negra que siempre llevo (nunca se sabe para lo que puede hacer
falta). Le vendé los ojos y le puse como condición que no se lo quitara hasta
que yo se lo dijera. Empecé poniéndola de espaldas a mí, le recogí el pelo en
una cola que sujeté con mi mano izquierda, mientras besaba el cuello y la parte
de debajo de la oreja. Poco a poco fui quitándole la camisa que llevaba
abrochada con botones a la espalda y bajé por ella besándola hasta llegar a la
cintura. Le di la vuelta para subir igualmente besando todo su torso ya casi
desnudo, hasta llegar al cuello, justo debajo de la barbilla. En este instante,
ella se movía nerviosa e intentó besar mi boca, pero me aparté y el beso se
perdió en el aire con un suspiro de deseo. La cogí de la mano y poco a poco la
fui acercando al dormitorio (me dijo que era la segunda puerta a la derecha),
la tumbé en la cama sin dejar de darle besos y caricias con mis labios por la
base del cuello y los hombros, le quité el sujetador, negro con encaje, y le
desabroché el pantalón. Lo bajé despacito, sin dejar de rozar todo su cuerpo
con mis labios, le levanté las piernas para liberarlas del pantalón, y seguí subiendo
desde el tobillo a la ingle igualmente besando y rozando sus piernas con mis
labios y mi lengua. Notaba la excitación de ella por la forma de arañar las
sabanas y de jadear, yo también estaba bastante excitado. Me deshice de las
braguitas, negras con encajes también, y con movimientos suaves de mi labios
fui acariciando todo el contorno de su pubis, depilado en forma de corazón, que
apuntaba hacia su clítoris, donde dirigí mi lengua para acariciarlo con suaves
movimientos. Ella se retorcía cada vez más, apretando las sábanas con sus manos
y ahogando quejidos de placer. En ese momento, decidí subir lamiendo por el
ombligo siguiendo por los pechos y los pezones (duros como canicas). Llegué a
la boca y ella ansiosa me cogió la cabeza por la nuca y empezó a besarme como
nunca nadie lo ha hecho. A tientas, porque tenía todavía los ojos vendados,
consiguió desnudarme, y con voz temblorosa y jadeante, me pidió que la follara.
Abrió las piernas para dejar paso a mi cuerpo, y con movimientos suaves comencé
el vaivén. Era tal la excitación que ella tenía que tomó las riendas, agarró mi culo con sus manos y comenzó a
moverse como una posesa hasta que llegó al clímax. Se retorcía de placer
mordiéndose el labio inferior, girando
la cabeza a un lado y a otro y apretando mi cuerpo con sus piernas. En ese
momento noté una opresión en mis testículos, era mi semen que se abría paso
hacia el exterior. Ahogué un grito hundiendo mi cara en la almohada y cinco
segundos después, estábamos uno encima de otro sudando y jadeando, sin decir
una palabra.
Después de cinco minutos de relax
en la cama, sin hablar, sin movernos, solo respirando y recuperando el aliento,
nos levantamos, fuimos al cuarto de baño, nos aseamos y nos dirigimos de nuevo
al salón. Me ofreció algo de beber, pero lo rechacé, así que cogió su bolso, me
dio cien euros más de lo que le pedí y se despidió con esta frase. “Volveremos
a vernos”.
Por cierto, mi nombre es Achelóo.
Relato escrito por Achelóo.