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jueves, 23 de agosto de 2012

Mis juguetitos


Soy aficionada a los juguetes sexuales. Tengo un vibrador, unas bolas chinas, dos consoladores de distintos tamaños y mi preferido hasta ahora, un vibrador de lenguas. A mi novio le expliqué al principio de conocernos, que son accesorios que dan un plus a nuestra relación y que no son un sustituto de él.

Un día navegando por internet, me topé con un enlace a un programa de radio-televisión presentado por HowardStern. En este programa, existe una sección en la que traen a invitadas para probar un aparato llamado Sybian. Este aparato se parece a una silla de montar y en su interior lleva un motor eléctrico que hace vibrar unas zonas para estimular el clítoris y el punto G. Pues bien, a raíz del video que vi y de cómo disfrutaban las invitadas, decidí que quería uno, así que busqué la empresa que los fabricaba e hice el pedido.

Hace dos días me llegó el paquete a casa y lo abrí corriendo para probarlo. En el video no parecía tan grande como en directo. Llevaba como accesorios una plancha de goma con protuberancias y un pene que se acopla en la parte superior de la silla. Ni siquiera me cambié para probarlo. Iba con la ropa del trabajo, una blusa blanca ceñida a la cintura y una falda plisada hasta la altura de las rodillas de cuadros rojos. Pero las ganas de probarlo ganaban a  las ganas de cambiarme. Así que la conecté, le coloqué la planchita de goma con protuberancias y la encendí. Cogí el mando a distancia, me levanté la falda, abrí las piernas y me senté en la silla. La postura era bastante cómoda. Sin más dilación subí la intensidad de la silla y noté un cosquilleo en el clítoris, pero no gran cosa. Después de un rato decidí pasar de prolegómenos y subí la intensidad casi hasta el máximo. Entonces fue como si una corriente eléctrica me subiera por todo el cuerpo, desde las ingles hasta la cabeza. Se me erizaron los pelos de los brazos y noté como mis pezones se ponían duros casi al instante. Un calor intenso fue invadiendo poco a poco mi cuerpo. Me desabroché la camisa dejando al descubierto mi sujetador blanco de encaje que envolvía mi pecho talla 95. Una mano que parecía tener vida propia fue deslizándose por mi muslo hasta llegar a mis braguitas, que para entonces, estaban muy húmedas. La otra mano se quedó masajeando los pechos, primero por encima del sujetador y después por dentro, para poder tocar los pezones tiesos. Cerré los ojos para poder dar rienda suelta a la imaginación. Inconscientemente  comencé a moverme hacia delante y hacia atrás para que las protuberancias acariciaran toda mi vagina. Era algo espectacular que nunca había sentido con mis otros juguetitos. Las piernas me empezaron a temblar, señal de aviso que me indicaba que me preparase para el éxtasis. Sin poder evitarlo, desde lo más profundo de mí, estalló una ola de calor junto con un grito casi gutural de puro placer que desembocó en un orgasmo mayúsculo con eyaculación incluida. Con una mano temblorosa alcance el mando a distancia y lo apagué de golpe porque mi cuerpo no admitía más envites. Me quedé jadeando y sudando durante unos minutos, disfrutando de la reminiscencia del orgasmo, hasta que mi cuerpo tomó conciencia otra vez de sí mismo y entonces me levanté y fui directa al baño para asearme.

Hoy he llamado a mi novio para probar la maquina con él. Él no sabe nada, quiero que sea una sorpresa. Ya os contaré como ha ido.