Soy aficionada a los juguetes
sexuales. Tengo un vibrador, unas bolas chinas, dos consoladores de distintos
tamaños y mi preferido hasta ahora, un vibrador de lenguas. A mi novio le expliqué
al principio de conocernos, que son accesorios que dan un plus a nuestra relación
y que no son un sustituto de él.
Un día navegando por internet, me
topé con un enlace a un programa de radio-televisión presentado por HowardStern. En este programa, existe una sección en la que traen a invitadas para
probar un aparato llamado Sybian. Este aparato se parece a una silla de montar y
en su interior lleva un motor eléctrico que hace vibrar unas zonas para
estimular el clítoris y el punto G. Pues bien, a raíz del video que vi y de
cómo disfrutaban las invitadas, decidí que quería uno, así que busqué la
empresa que los fabricaba e hice el pedido.
Hace dos días me llegó el paquete
a casa y lo abrí corriendo para probarlo. En el video no parecía tan grande
como en directo. Llevaba como accesorios una plancha de goma con protuberancias
y un pene que se acopla en la parte superior de la silla. Ni siquiera me cambié
para probarlo. Iba con la ropa del trabajo, una blusa blanca ceñida a la
cintura y una falda plisada hasta la altura de las rodillas de cuadros rojos.
Pero las ganas de probarlo ganaban a las
ganas de cambiarme. Así que la conecté, le coloqué la planchita de goma con
protuberancias y la encendí. Cogí el mando a distancia, me levanté la falda, abrí
las piernas y me senté en la silla. La postura era bastante cómoda. Sin más
dilación subí la intensidad de la silla y noté un cosquilleo en el clítoris, pero
no gran cosa. Después de un rato decidí pasar de prolegómenos y subí la
intensidad casi hasta el máximo. Entonces fue como si una corriente eléctrica me
subiera por todo el cuerpo, desde las ingles hasta la cabeza. Se me erizaron
los pelos de los brazos y noté como mis pezones se ponían duros casi al
instante. Un calor intenso fue invadiendo poco a poco mi cuerpo. Me desabroché
la camisa dejando al descubierto mi sujetador blanco de encaje que envolvía mi
pecho talla 95. Una mano que parecía tener vida propia fue deslizándose por mi
muslo hasta llegar a mis braguitas, que para entonces, estaban muy húmedas. La
otra mano se quedó masajeando los pechos, primero por encima del sujetador y después
por dentro, para poder tocar los pezones tiesos. Cerré los ojos para poder dar
rienda suelta a la imaginación. Inconscientemente comencé a moverme hacia delante y hacia atrás para
que las protuberancias acariciaran toda mi vagina. Era algo espectacular que
nunca había sentido con mis otros juguetitos. Las piernas me empezaron a
temblar, señal de aviso que me indicaba que me preparase para el éxtasis. Sin
poder evitarlo, desde lo más profundo de mí, estalló una ola de calor junto con
un grito casi gutural de puro placer que desembocó en un orgasmo mayúsculo con
eyaculación incluida. Con una mano temblorosa alcance el mando a distancia y lo
apagué de golpe porque mi cuerpo no admitía más envites. Me quedé jadeando y sudando
durante unos minutos, disfrutando de la reminiscencia del orgasmo, hasta que mi
cuerpo tomó conciencia otra vez de sí mismo y entonces me levanté y fui directa
al baño para asearme.
Hoy he llamado a mi novio para
probar la maquina con él. Él no sabe nada, quiero que sea una sorpresa. Ya os
contaré como ha ido.